De vuelta en la cárcel, alucinando como locos por unos hongos y transformados en caricaturas, los muchachos ponen a prueba los límites de su nueva realidad.

Ricky pretende dejar que la lombriz que tiene adentro se quede a vivir allí, pero cuando se roba su hierba, la cosa se pone fea. Bubbles conoce a una chica en el club.

Bubbles convence a Julian y a Ricky de que lo acompañen a acosar a un jugador de hockey. Ahora deben vencer a los Moncton Mudslides para recuperar la pipa Stanley.

Los muchachos se internan en el bosque y, además de los mosquitos y los osos, deberán enfrentar a unos locales con una extraña fascinación con el esperma.

Florecen los negocios, pero reina el caos. Julian prueba con el lavado de autos; Ricky monta una piscina en la caravana, y Bubbles construye su casa soñada.

Un cigarro de hachís abre el baúl de los recuerdos de los muchachos y los lleva a rememorar el día en que se conocieron, fumaron y se vengaron de un bravucón.

Trinity y Jacob quieren mudarse, así que los chicos reparten droga para juntar dinero. Pero Ricky se deja ganar por la codicia y enfurece a una pandilla de motociclistas.

Tras un breve paso por la cárcel por su operación de cultivo, Ricky conoce a un emprendedor que le propone cultivar marihuana en el espacio. Bubs no se quedará afuera.

Para cultivar sin electricidad, Ricky roba baterías de autos, y Julian se organiza para ganar dinero con el huracán que se acerca. Pero la Naturaleza tiene otros planes.

Los muchachos preparan un concierto a beneficio para ayudar a Sunnyvale. ¿Pero cómo podrán competir con el recital de Queens of the Stone Age que tienen al lado?