La noticia del trágico fallecimiento de uno de los compañeros de instituto de Tomás afecta a los miembros de la familia de distinta manera: para Jacobo, es la prueba de que en la vida hay que tomar precauciones, mientras que para Tomás significa que hay que vivir con intensidad. A raíz de una violenta discusión padre e hijo, Tomás se va de casa.

Jacobo e Isabel no se ponen de acuerdo sobre la mejor manera de ayudar al chico frágil y depresivo en el que se ha convertido Tomás. El matrimonio se tambalea. Llegado el momento, Isabel deberá escoger entre su hijo y su marido.

Tomás y Valeria son ahora dos jóvenes independientes que dedican poco tiempo a su padre que ahora está muy solo. La aparición de una posible enfermedad se convierte en la excusa perfecta para recuperar la atención de sus hijos y organizarles la vida incluso después de muerto. Mientras, la crisis financiera mundial amenaza el patrimonio de la herencia del abuelo.

Jacobo, a las puertas de la tercera edad, ha perdido todo su dinero. Nada ha salido como él esperaba y tampoco tiene ya las herramientas para ejercer el control sobre su vida. Decepcionado y por primera vez vulnerable, tendrán que ser sus hijos quienes le ayuden a él. Los roles se han intercambiado.