El exmarine Frank Castle vive como un espectro en el infierno que el mismo creó para vengar a su familia. La furia late en sus ojos. La justicia está en sus manos.

Una llamada misteriosa quiebra la voluntad de Frank. Mientras tanto, Madani sigue buscando sospechosos, y Curtis hace llegar su mensaje.

Frank interroga a Micro con su habitual sutileza, mientras los feroces destellos del pasado arrojan luz sobre el presente.

Madani y Sam planean una misión arriesgada. Curtis trata de tender un puente con Lewis. Frank quiere que Micro se meta en el pantano con él.

Frank y Micro sacan respuestas a la fuerza de un testigo poco cooperativo. Madani y Sam se enteran de una investigación inminente. Rawlins se encuentra un fantasma.

Frank queda fuera de combate y Micro le pide ayuda a Curtis. Madani y Russo caminan por la cornisa entre el deber y la pasión. Lewis defiende sus derechos.

Russo finalmente se abre con Madani y le cuenta su historia. Mientras tanto, Sarah comparte la preocupación por su hijo con Frank, y una misión de distracción sale mal.

Tras una letal explosión, el autor del atentado pone la mira en Karen, y Frank no está contento... Mientras tanto, Curtis hace un descubrimiento macabro.

El atentado contra un senador queda bajo la lupa y se analizan todas las hipótesis. Además, una verdad incómoda arrincona a Madani.

El peligro acecha a Sarah, y Frank redobla su venganza con la ayuda de alguien inesperado. Un lote... Dos lotes... Uno y diez centavos.

Frank hace una confesión que lo incrimina. Tras un tiroteo, Sarah descree de todo y de todos. Rawlins ejecuta la fase final de su plan.

Frank está exhausto y la ley le pisa los talones, pero rendirse no es una opción. La guerra que lo consume termina ahora.