Paciencia de plomo
Su excesivo metraje no es más que para una exagerada consecución de secuencias banales que, lejos de enriquecer la historia, la perpetúa en la vaguedad argumental.
El montaje pretende originalidad y cae en la confusión, mientras el reparto se mantiene a flote durante la primera mitad gracias a la eléctrica personalidad de Rosamund Pike. Cuando ésta pierde protagonismo se pierde también el poco interés y, aunque la segunda parte parece remontar, todo acaba a rebufo de un anhelo.