El multimillonario John Hammond tiene una idea para un espectacular parque temático: una isla retirada donde los visitantes puedan observar dinosaurios reales. Con la última tecnología en el desarrollo de ADN, los científicos pueden clonar braquiosaurios, triceratops, velociraptors y un tiranosaurio rex, utilizando para ello la sangre fosilizada en ámbar contenida en insectos que los mordieron hace millones de años. Los paleontólogos Alan Grant, Ellie Sattler y Ian Malcolm visitan el parque y quedan muy sorprendidos con los resultados obtenidos. Pero cuando un problemático empleado manipula el sofisticado sistema de seguridad los dinosaurios escapan, obligando a los visitantes a luchar por su supervivencia.
El Lago Negro se ha convertido en un parque de interés turístico rodeado de una valla eléctrica. Un bus de una excursión escolar entra en el parque sin saber que existe un problema con el cierre de las vallas. Depende de la caza cocodrilos Reba y el sheriff salvar a los niños antes de que se conviertan en comida para cocodrilos.
Un autocine es en realidad, una trampa del Gobierno para atrapar a los revoltosos Car Boys (y demás escoria indeseable) y retenerlos allí. Así la sociedad se verá libre de los jovenes rebeldes que la incordian. Una vez dentro, y mientras completa el acto sexual con su novia, a Crabs le roban las ruedas del coche de su padrastro. El dueño del autocine, el siniestramente anodino señor Thompson, les informa que no hay manera de conseguir otras de recambio. Allí, además, no llegan taxis, autobuses ni se puede comunicar exteriormente con nadie. Van a tener que quedarse pasar la noche. Y pasa la noche y nada cambia, siguen allí. A su alrededor, todos los punks conviven en una especie de autocine fantasmal, con coches que no funcionan y que han sido convertidos en vivientes para sus habitantes. Todos los días comen hamburguesas, huevos y batidos en la cafetería y a las noches pasan una película de ultraviolencia y sadismo. Pero Crabs tiene una idea, y sabe que pueden huir.