Tras casarse con una rica heredera, un joven de origen humilde se dedica a buscar carbón en los alrededores de Gijón.
Varias historias independientes en el día de San Valentín, que tienen en común que un emisario celestial colabora en solucionar sus conflictos.
Paloma, Isabel, Marion y Julia son cuatro chicas madrileñas, pertenecientes a distintos estratos sociales, que se disponen a postular para la Cruz Roja en el día de la banderita. Las cuatro muchachas serán pretendidas por otros tantos jóvenes.
En un sector de Madrid habitado por familias de clase acomodada, una pandilla de chicos y chicas se divierte de continuo, trasnochan y beben, mientras sus padres, ya por despreocupación o por exigencias de su ritmo de vida, lo ignoran casi todo. Sin embargo, cada uno de estos jóvenes tiene en mayor o menor grado, algún problema.
Carlos, un joven racista, viaja a Guinea para visitar las propiedades de su padre.
Los caciques de dos pueblos deciden construir un puente que sirva para cruzar el río que los separa. Su construcción supondrá un problema, pues ninguno de los dos ha contado con el propietario que posee las tierras donde se levantará el puente.
Castilviejo es un pueblo castellano que lleva años y años muriéndose de sed. Tiene muy cerca un gran pantano, pero es tanto como no tener nada, pues sus aguas no llegan hasta allí. De pronto, unos americanos que dicen ser expertos en prospecciones petrolíferas caen por aquellas tierras asegurando que hay petróleo. Estas parcelas son propiedad de don Zoilo Mendoza quien, ante la evidencia del tesoro que encierra su subsuelo, se pone en manos de don Fausto, uno de los ricos del pueblo, para que decida. El veredicto de don Fausto es este: nada para los americanos, porque lo que hay en las tierras de Zoilo vale más que el petróleo, es agua para Castilviejo.