Procedente de Roma, la hermana Lucía regresa a Barbate, el pueblo que la vio nacer, tras dos décadas de ausencia. Allí se reencuentra con la dura realidad cotidiana que afronta su familia.

Lucía comienza a dar clase a los adolescentes barbateños en el Instituto Trafalgar. Mientras Rafa explica a Lucía que Bruno es en realidad un importante capo de la droga, doña Matilde y el padre Verdaguer tratan de impedir que salgan a la luz los verdaderos motivos por los que Lucía se hizo religiosa.

Tras caer herido a manos de los hombres de Bruno, Rafa recibe los cuidados de Lucía durante su convalecencia, gracias a lo cual el joven terminará fiándose de ella. Mientras, Lachambre recibe la visita de los narcotraficantes mexicanos.

Cuando los mexicanos descubren que las actividades de Rafa amenazan sus intereses económicos, exigen a Bruno su cabeza para cerrar el acuerdo. Entretanto, Lucía pide a Lachambre que le ayude a apartar a su sobrino del narcotráfico. Juntos coordinan un plan para ello.

La inesperada muerte de Miguel conmociona a su familia y a los habitantes de Barbate. Tras culpar a Bruno de la muerte de su progenitor, Rafa jura vengarse. Destrozada, Antonia mantiene una conversación reveladora con su primogénito. Por otra parte, la religiosa rompe toda relación con Lachambre.

Lucía se encuentra sobrepasada por el drama familiar, mientras Rafa, incapaz de matar a Bruno, le perdona la vida y decide abandonar el narcotráfico y utilizar parte de los fondos de la banda para reflotar la conservera local.

Las vidas de Rafa y de Paula penden de un hilo. Secuestrados por Lario, se convertirán en la 'moneda de cambio' con la que el ambicioso lugarteniente de Bruno pretende hacer realidad sus oscuros planes. Bruno y Lucía tratarán de salvar a su hijo.

Lucía colabora con la Guardia Civil para desarticular la organización de Bruno. Bajo la estrecha vigilancia de Menéndez y Oliver, la religiosa mantiene un primer contacto con Lachambre, al que asegura que dejará los hábitos por él.