Antonio Dumas y otras dos finalistas pasan una serie de pruebas insólitas para conseguir el puesto de director del museo. Antonio gana pero la alegría le dura muy poco: el museo está sumido en un sinfín de problemas.

Antonio va conociendo a su staff y haciéndose con su trabajo. Se empiezan a descubrir los trapos sucios de la institución, como la exposición de un viejo artista mediocre programada por la propia ministra de Cultura y que Antonio quiere retirar.

Una exposición colectiva causa gran sensación al colocar un animal marino muerto para denunciar la falta de conciencia ecológica.

Josep, el hijo de Antonio, le pide que cuide a su hijo Lucas durante unas horas en el museo. Aunque no le hace ninguna gracia accede. La convivencia entre abuelo y nieto no será fácil en el contexto del museo.

Un colectivo de artistas africanos llega al museo para hacer una exposición performática. Una vez terminado el plazo de exhibición se niegan a abandonar el museo porque no quieren regresar a su país.

Un grupo de activistas ataca una escultura situada en el exterior del museo. Se decide restaurar los fragmentos que quedan de la escultura y exponerla con un dispositivo de protección ridículo y exagerado.