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El cine Quinqui o "Kinki" es el nombre con el que se conoce popularmente en España al género cinematográfico que narra las vivencias, aventuras y desventuras de delincuentes, habitualmente jóvenes, de barrios y entornos marginales. Fue un género muy popular en la España de finales de los años setenta y principios de los ochenta. La gran inseguridad ciudadana que vivía el país en aquella época, fruto de los cambios sociales y económicos propiciaron el interés cinematográfico por relatar dicha realidad desde una perspectiva lo más cercana posible, convirtiéndose en un cine de retrato y denuncia.
Directores como Carlos Saura, José Antonio De la Loma o Eloy de la Iglesia, tienen en su haber auténticas joyas de este género cinematográfico, que si bien no se caracterizan por la excelencia cinematográfica, sí que suponen un maravilloso retrato de la sociedad española de aquella época. El mundo del lumpen, la delincuencia juvenil, las drogas, el paro, la pérdida de expectativas y futuro por parte de la juventud, son temas recurrentes en estos filmes.
Una de las características principales del género es la procedencia social de sus protagonistas, muchos de ellos sacados de barrios marginales de entonces, como la UVA de Vallecas en Madrid, o el barrio de la Mina en Barcelona. José Luis Manzano, José Luis Fernández Eguia (el Pirri), Ángel Fernández Franco (el Torete) o Juan José Moreno Cuenca (el Vaquilla), Laly Spinet, entre muchos otros, son los actores amateur que protagonizaban estas películas, en las que reflejaban sus propias vidas reales y que, en la mayoría de los casos, se verían truncadas a edad temprana por las drogas, la enfermedad o la propia naturaleza de sus actos delictivos.
Tras el apogeo de los años ochenta el género inicia su declive, descendiendo el número de títulos hasta prácticamente extinguirse durante los primeros diez años del nuevo siglo. No será hasta comienzos del segundo decenio del 2000 cuando comience a hablarse de la nueva ola neoquinqui.
Piezas cinematográficas de dudosa calidad, actuaciones no depuradas, líneas argumentales y narrativas a veces inconexas son, de manera paradójica, las que más fielmente consiguieron captar la realidad de una época marcada por el conflicto social y económico que vivieron las generaciones nacidas en las décadas de los sesenta y los setenta. Un género que hay que conocer.